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Endeudarnos para qué

Visita La Plata | 17:56:00 | 0 comentarios

En la madrugada del martes fue aprobado en diputados la apertura del cerrojo. Hoy se comenzó a discutir en las comisiones del senado. Sin dudas es un paso importante en la historia económica del país, no todos los días se negocian u$s 12,5 mil millones. La oposición kirchnerista afirma que vendrá un apocalipsis socio-económico. El oficialismo dice lo mismo si no se aprueba. El problema es que la sociedad argentina ya lleva varios años pagando este cataclismo tan anunciado.

Tener compromisos para pagar es malo, siempre, pero en circunstancias espaciales es necesario. Es decir que el eje principal del problema no es el emitir deuda sino el cómo se emplea. Una persona común podría refinanciar sus deudas para usar su salario en el pago de un taladro que le permita mejorar su hogar, pero también tiene la opción de usar ese dinero en el casino.
Se podría hacer todo un recorrido histórico con el problema de las deudas públicas del país, aunque generalmente se hace pie en la heredada por la dictadura militar. Aldo Ferrer explica en su libro “Economía Argentina” como esta creció exponencialmente con la bicicleta financiera y la inflación. Se formó un circuito de especulación que generó multimillonarios negocios privados que se pagaron con el endeudamiento de las empresas públicas. Préstamos internacionales que luego fueron reestructurados en los años siguientes sumando cláusulas nuevas. Dicho en criollo, la inflación primero se frenó con deuda, luego esta fue canjeada por otra deuda más grande. Cuando nos quedamos sin refinanciamiento externo y sin dólares el país entró el default. Lo recordamos como la crisis del 2001.

Desde fines del 2002 hasta mediados del 2012 el país volvió a tener condiciones internacionales favorables para sus exportaciones. Con los excedentes se llenaron las arcas del Banco Central, el cuál luego otorgó préstamo al Gobierno Nacional para pagarle al FMI. Le debíamos cerca de u$s 8 mil millones, y a cambio el organismo tenía la potestad de “recomendar” cambios en la gestión del país en áreas como salud y educación. Con el pago se ganó una autonomía política a cambio de colocar bonos (similar a los patacones) dentro del BCRA. 
Pero esta modalidad se tornó viciosa incrementando los préstamos del BCRA y el Anses que en algún momento se deben pagar. A su vez se sumó el problema inflacionario que acumuló 700% en los últimos 12 años. Algunos economistas apuntan a un problema monetario (exceso de billetes) mientras que otros apuntan a la estructura productiva (falta de inversión). Sea cual sea la causa, ambos motivos terminaron por consumir las reservas del país. De los u$s 50 mil millones que se tenían en 2008 solo quedan u$s 20 mil millones.

Soy una pagadora serial” dijo Cristina Fernández en la ONU. Lo fue en forma parcialmente porque si bien canceló algunos compromisos con el extranjero, terminó generando nueva deuda interna. Entregó dólares al exterior para resguardar bonos (patacones) en el país. En paralelo, en vez de emplear la ventaja política parcial del desendeudamiento, se optó por un posicionamiento internacional políticamente patoteril que sólo es bonito para la hinchada. Esto colaboró a que nos aisláramos del mundo político y financiero, nos acercamos a Venezuela y Angola (dictadura) que poco nos pueden ayudar en los momentos de crisis.
Esta modalidad de tratar las deudas públicas pudo ser positiva en 2008. Pero las situaciones económicas favorables de ese momento ya no están presentes. 

El dinero que entró al país por el crecimiento sostenido ya se dilapido, bien o mal. 

Cuando nos quejamos de la corrupción es porque hablamos de dinero que podría ser empleado en otras cosas más necesarias. Si no habría sobreprecio en los planes de viviendas, demostrado en el caso Schoklender, se hubiera tenido dinero para construir más centrales energéticas que reduzcan el déficit en el mediano plazo. En consecuencia tendríamos menos salida de dólares, más puestos de trabajo y menos problemas financieros.
Que una gestión de gobierno tenga algunas políticas acertadas como la industrialización e inclusión, no tiene porque ser un cheque en blanco para la corrupción. Tarde o temprano estas acciones siempre se pagan. Desde luego que los platos rotos no los pagan los funcionarios responsables. El último ministro de economía que fue preso fue Celestino Rodrigo en 1976 por malversación de fondos. El costo real lo padecen los vecinos que con los cortes de luz, los despidos por la desinversión y en los hospitales donde carecen de insumos. Algo que ya venimos conociendo no desde los últimos 100 días, ni tampoco de los últimos 12 años de kirchnerismo; sino que ya parece parte de la cultura propia del país.

El problema de levantar la ley cerrojo no es endeudarnos con el exterior. Incluso presupuesto nacional 2016 elaborado por el Frente para la Victoria permite la emisión de hasta u$s 54 mil millones. El drama vuelve a hacer siempre el mismo, “¿para qué lo hacemos?” ¿Es para patear nuevamente los compromisos o es para reinsertarnos al mundo financiero? ¿Es para luego tener fondos que paguen una industrialización o será para pagar los costos de la corrupción y la especulación multimillonaria?

Por Sosa Damián E.

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