¿Por qué Universidad Pública y Gratuita?
En las últimas semanas se viene gestando un conflicto presupuestario entre algunos sectores universitarios y el gobierno nacional. El eje principal del debate son las paritarias docentes y los gastos en servicios. Con 47 Universidades Nacionales es recurrente expresiones como “en defensa de la Universidad Pública”, ¿pero cuáles son los beneficios de nuestro sistema que se diferencia tanto de otros países?
Una histórica Política de Estado.
La historia de educación pública y gratuita en Argentina es una política de estado que en su concepción se remonta a nuestros orígenes. Ya en 1810 Manuel Belgrano impulsaba el debate por construir escuelas de estas características. Su compromiso llegó al extremo de fallecer en la absoluta pobreza porque donó todos sus bienes materiales para la construcción de colegios.
El legado del Padre de la Bandera se fortaleció con los trabajos de Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda. Juntos solidificaron la importancia de la educación en todos los niveles como sinónimo de progreso, dignidad y como principal motor de la democracia.
La Universidad Nacional de Córdoba fue la primera del país, fundada en 1613 por los jesuitas y estatizada en 1810. En 1821 se fundó la UBA con un estatuto dónde plasmó su vocación por: "la promoción, la difusión y la preservación de la cultura (…) estando en contacto directo y permanente con el pensamiento universal y prestando particular atención a los problemas argentinos".
Este objetivo de solucionar “los problemas argentinos” es la base ideológica de nuestro sistema educativo, la vocación del servicio y bienestar social. En 1905 se creó la UNLP como una Casa de Altos Estudios de pedagogía experimental cimentada más en las experiencias prácticas y las construcciones colectivas del saber. El acelerado desarrollo del país impulsó la Reforma Universitaria de 1918. Este hito muchas veces minimizado impone la modernización del sistema educativo con una visión científica, gratuita, integrada a la comunidad, la formación de co-gobiernos y la autonomía política que hoy la caracterizan.
Lamentablemente muchas veces fue víctima de ataques políticos y de sucesivas intervenciones que interrumpieron su normal desarrollo: golpe de estado de 1930, la Noche de los Bastones Largos y cierre de facultades en manos del dictador Juan Carlos Onganía, y el intento privatista del ex-Presidente Carlos Menem.
Eficiencia y orgullo nacional.
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Los abogados argentinos han tenido importantes trabajos en materia de política internacional con una visión pacifista internacional, de aquí las doctrinas de los doctores Luis María Drago y Carlos Calvo. En materia de alta tecnología internacional, con frecuencia vemos en los noticieros a los argentinos que trabajan en la NASA, en la Agencia Espacial Europea o en el acelerador de partículas CER.
En el campo nacional la Argentina supo ser, y aun es, una potencia tecnológica. En 1969 fuimos el cuarto país en llevar y traer con vida un ser vivo al espacio, el mono Juan que se elevó 82Km cielo arriba. Tras el cierre de la investigación astronaútica con la gestión Menem, el país volvió a la carrera con el exitoso proyecto Tronador y diversas series de satélites como los SAC, Arsat y Saocom.
En 1950 el Estado Argentino inició oficialmente su carrera nuclear con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica. El nivel de desarrollo en esta materia convierte al país en una potencia internacional gracias a los académicos del INVAP y el Instituto Balsteiro, entre otros. Dado a la vocación pacifica del país jamás se construyó una bomba atómica pese a tener todo el conocimiento y desarrollo necesario; por el contrario, se optó por promover los acuerdos para la no proliferación y la creación de zonas libres de esta nefasta clase de armas. Un claro ejemplo de cómo las ciencias duras y las humanísticas mantienen una correlatividad en la visión del mundo.
Definitivamente la tecnología nacional desarrollada por personas que se formaron en las Universidades Públicas tuvieron una aplicación directa sobre la comunidad, principalmente en educación, salud y servicios. Lo vemos en los tomógrafos de alta complejidad de nuestros hospitales, en las lamparitas que se alimentan por nuestras centrales eléctricas, e incluso en el desarrollo de los nuevos transportes impulsados por biocombustibles.
Economía, cultura y sociedad.
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Entrar a una universidad de EEUU implica una matrícula anual que varía entre 20 y 50 mil dólares anuales, es decir entre 300 mil y 750 mil pesos anuales durante 4-5-6 años en la formación de grado. Mensualmente se debería abonar al menos 35 mil pesos, más los gastos propios de insumos y hogar. En una investigación realizada por la BBC de Londres se estima que los estudiantes que obtienen becas y préstamos para poder cursar, al egresar tienen deudas promedio por 120 mil dólares, es decir $1,7 millones.
El paralelo local podría pensarse que son las Universidades Privadas de Argentina cuyas matriculas mensuales promedian los $3000; más los derechos de examen y otros aditivos que suman al menos 40 mil pesos anuales. Estas cifras son más cercanas a la realidad económica de una clase media alta y alta.
Podría afirmarse que este abono económico se justifica en calidad, pero solo es un prejuicio popular. Sin ánimo de desprestigiar a este sector que forman muy buenos profesionales, las Universidades Nacionales las superan fácilmente en los rankings nacionales e internacionales. Pese a la decadencia que sufre la educación argentina desde 1966, las 20 mejores universidades del país son mayormente estatales.
Nuestro modelo es de los pocos que mantiene la gratuidad, y puede ser visto como un problema si se considera la magnitud económica. El Estado invierte más de 138 mil millones de pesos en 47 Universidades e Institutos, los cuales a su vez poseen laboratorios de alta complejidad, hospitales y colegios. Esta cifra equivale aproximadamente al 8% del presupuesto del gobierno nacional para el 2016.
Pero esta condición que es naturalizada, y también resistida en el país, es la nueva tendencia internacional. Recientemente se aprobó la gratuidad en Chile. Los países que normalmente lideran los rankings de educación y desarrollo poseen Universidades gratuitas: Suecia, Finlandia, Noruega, Austria y Alemania. Incluso una de las herencias que esta dejando Barack Obama en EEUU es el haber iniciado el debate de construir una universidad gratuita.
Si en Argentina aranceláramos la educación superior no solo iríamos en contra mano al mundo y nuestra historia, peor aun, profundizaríamos el déficit laboral. Si bien con frecuencia se afirma que nos sobran abogados y psicólogos, nos faltan informáticos, médicos especializados, enfermeros, agrónomos e ingenieros, entre otras especialidades. Incluso se atentaría contra la cantidad de profesores que necesitan nuestros colegios secundarios.
Extensiones
Mantener en funcionamiento la UBA, con sus 300 mil personas, requiere más de 8 mil millones de pesos. Por su parte la UNLP recibe $3.5 mil millones con una matricula de 120 mil estudiantes en 17 facultades. Pero si bien más del 80% se va en salarios, con la aclaración de que abundan los cargos ad-honorem, las Universidades son más que aulas donde se imparte un conocimiento.
Invertir en educación generalmente es una apuesta a largo plazo, pero desde 1918 se consolidó el proceso de un contacto continuo con la sociedad. El reconocido y prestigioso “Hospital de Clínicas” es una dependencia de la UBA que en los últimos años ha sufrido los recortes de la política económica, pero no se puede negar su compromiso y esfuerzos hacía la gente. La Facultad de Derecho de la UNLP brinda asesoramiento jurídico gratuito a la comunidad, como así la Facultad de Odontología realiza tratamientos dentales a toda la comunidad. Casos como estos se repiten en cada Facultad de cada una de las 47 Universidades.
Los trabajos de “extensiones” es el mecanismo por el cual los estudiantes, docentes e investigadores toman, aportan, intercambian y construyen conocimientos y bienes con toda la sociedad argentina. Incluye desde viajes arqueológicos hasta los trenes sanitarios a las poblaciones más abandonadas del interior; desde el asesoramiento en grandes obras hídricas hasta estrategias de comunicación para pymes y ong. Incluso el acceso de las Universidades las cárceles viene generando grandes cambios ya que el 85% de los privados de la libertad que accedieron a nuevas etapas de formación no reinciden. Por desgracia este efecto social de la educación conocido desde mediados del siglo XIX, con las experiencias salesianas en Italia, aun no son políticas de estado en la Argentina del siglo XXI.
La relevancia de las Universidades se ve presente en muchos momentos históricos del país; no por nada muchas veces su autonomía fue y es violada por los intereses políticos. En sus inicios, con el apogeo de las ideas conservadoras, era mal visto que los hijos de obreros estudien. Aun en la actualidad el ex-decano de Medicina Jorge Martínez afirmó en su momento que “el hijo de zapatero no puede ser médico”, a lo cual se puede responder que René Favaloro fue hijo de un carpintero.
Por más que algunas veces se reniegue sobre la utilidad, la efectividad y hasta del propio uso político-partidario; la Educación Superior Gratuita es una política de estado que beneficia al país. Es parte de la historia, la identidad, las creencias y las posibilidades de desarrollo de todos. Por eso hay que defenderla e impulsarla con presupuestos adecuados, con ejecuciones eficientes y transparentes, con la conciencia de responsabilidad y compromiso con la comunidad. La Educación, en ninguno de sus niveles, puede someterse ni a los límites fríamente económicos y cortoplacistas ni mucho menos a los intereses político-partidarios de agredir a un sector opuesto. Apostar al conocimiento es maximizar los cimientos del futuro, pero solo se alcanza con integración y compromiso.
Por Sosa Damián
Archivado en:: Columnas, Investigación, Sosa
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