Todo Vuelve
Durante más de una década se creyeron intocables e inmunes ante todos, encabezando el imperio que duraría mil años. Pero hace instantes quedaron imputados Cristina Kirchner y Julio De Vido por lavado de dinero en la causa de la Rosadita. Son humanos como cualquier otro.
En los últimos 12 años las denuncias de corrupción siempre estuvieron al orden del día, tantos que tal vez no se recuerden. Uno de los primeros grandes casos fue el negociado de Skanska (2005) donde se habrían realizado sobreprecios en obra pública por 17 millones de pesos, mediante inflación y devaluación de por medio serían actualmente unos $85 millones.
La era del Frente para la Victoria, apadrinada por Eduardo Duhalde, había iniciado como una respuesta progresista a la corrupción menemista y al neoliberalismo extremo, conocido como “Fiesta para unos Pocos”. Pero pese al mote “Nacional y Popular”, el kirchnerismo siguió siendo más de lo mismo, eran las mismas personas y vicios de los ´90 pero con nuevas banderas de propaganda.
Sean ya las valijas con 800 mil dólares de Antonini Wilson, la bolsa con 100 mil pesos en el baño de la ministra Felisa Miceli, los sobreprecios en el procesamiento de la ex-ministra Romina Picolotti o el Caso Ciccone con el ex-vice Presidente Amado Boudou; la corrupción siempre fue una sombra presente en la gestión K. Una triste realidad que se tornó cada vez más cruel y cínica con la represión a la comunidad Qom, las patotas como que la asesinaron a Mariano Ferreira, y la complicidad de funcionarios que cerraron los ojos ante la contaminación de las mineras o los experimentos en ilegales en bebes de la farmacéutica inglesa GSK.
Con la pelea Clarín-FpV del 2008, sea ya por el conflicto del Campo o por el negocio de las telecomunicaciones, el Poder creyó que lograría la impunidad si dominaba los discursos públicos. La constitución de un monopolio propio de medios, comprar voluntades mediáticas, difamar adversarios, e instalar el temor a opinar diferente. Una paradoja considerando que se trata del gobierno que más habló de los DDHH fue el mismo que se atrevió a perseguir al Fiscal Strassera o la periodista Magdalena Ruiz Guiñazu, dos íconos de la lucha por la Memoria, Verdad y la Justicia.
Hace casi 200 años Abraham Lincon dijo: “Se puede mentir a pocos, mucho tiempo. Se puede mentir a muchos, poco tiempo. Pero no se puede mentir a todos, todo el tiempo”. Increíblemente es algo que a la humanidad en general le cuesta entender y aprender. Incluso se puede llegar al extremo de comenzar a creerse las propias mentiras elaboradas.
Ante las denuncias de corrupción y verticalismo del Frente para la Victoria, lo cual generó su eventual fractura, también se respondió con la difamación y las mentiras. Desde la manipulación en las cifras del INDEC y la “sensación de inseguridad” hasta el extremo de ver “gorilas golpistas” detrás de cada acción. Pero esto no pudo ni puede nunca ocultar la verdad material de las cosas. Un número en un informe oficial no remplaza el impacto de los precios en los bolsillos. Un discurso en cadena nacional no borra la pobreza ni la decadencia en la educación básica. El patoterismo y las humillaciones públicas jamás podrán remplazar el dolor de las decenas o cientas de muertes que deja la corrupción en el país con las tragedias de Once, el fiscal Nisman o todas las inundaciones por las cuales no se hicieron las obras prometidas.
La propaganda política, por más bonita y contagiosa que pueda ser, jamás remplaza a la realidad, ni siquiera si es con buena voluntad. El kirchnerismo supo encontrar algunas respuestas interesantes a los problemas del país, la nefasta herencia del proceso desindustrializador que llevó a la entrega de empresas exitosas como YPF y AA. Pero para que estas medidas funcionen deben ser emprendidas con determinación, con personas idóneas y objetivos transparentes. Pero lamentablemente se emplearon como simple y hueco discurso nacionalista para atraer masas, en primer lugar, y luego como un lugar más para esconder la corrupción.
A casi 5 meses de haber abandonado el Poder, el Frente para la Victoria es un cascarón vacío. Posee una masa militante considerable, pero no quien lo sostenga. Varios de los funcionarios han desaparecido de la escena política o se reacomodaron en espacios como el Frente Renovador y el Partido Justicialista. Los empresarios volvieron a su lógica especulativa. El sindicalismo volvió en su totalidad a la esfera peronista tradicional. La interna del PJ excluyó por completo a La Campora que ni siquiera ha podido mantener una lista. Peor aun, los principales referentes ahora fueron llamados a indagatoria por lavado de dinero.
Tuvieron el poder político, coercitivo (fuerzas de seguridad), discursivo y económico; pero en menos de 5 meses lo perdieron casi todo. ¿De qué les sirvió estafar y robar al país por miles de millones de pesos/dólares si ahora están en el banquillo? ¿De qué sirve el dinero sucio si no se puede salir a la calle sin padecer un escrache? ¿De qué sirven las billeteras engrosadas si luego no se tienen verdaderas amistades, familiares o seres queridos?
Ni siquiera la más fervorosa militancia rentada podría recomponerlo. Porque a fin de cuenta, tarde o temprano, la justicia nos llega a todos, de un modo u otro, más tarde o más temprano. Nuestras acciones siempre generan reacciones, y cuanto más pesos acumulemos más rápido caemos. Le pasó al imperio Romano, al fascismo europeo, a todas las dictaduras, y ahora al FpV.
Por Sosa Damián
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